sábado, 27 de febrero de 2010

Narciso ante el espejo


Los espejos también se comportan como las personas: unos nos quieren, otros nos odian, otros simplemente nos ignoran. Todos tenemos al menos un espejo que es nuestro amigo íntimo. Cuando entro por las mañanas en el baño veo en la repisa del lavabo frascos de cremas y colonias con nombres de dioses. En medio de este Olimpo cosmético y envasado me afeito contemplando mi rostro en un espejo muy amigo que se porta bien conmigo: hace que me acostumbre lentamente a la crueldad del tiempo. Por eso le amo. Lo elegí entre otros muchos. Este espejo no sólo devuelve mejorada mi imagen: también busca el residuo de viejos ideales que haya podido quedar en mi interior para rejuvenecer con ellos mi cara. Pero caminando por la calle a lo largo de los escaparates uno se vuelve a crear a sí mismo. De pronto en la luna de una mercería te enfrentas con ese desconocido que tú eres. Le miras de reojo y ves que su silueta aún es aceptable; en el siguiente escaparate lo descubres como un ser derrotado, en otro percibes por primera vez que ya camina como un viejo, en otro él se esfuerza por pasar con la tripa metida, en otro yergue la espalda para simular que es un ciudadano jovial. Las distintas imágenes que a uno le devuelven esos cristales pueden ser amables, indiferentes o desoladas. Por fin concluyes que la vida no es sino ir reflejando tu figura en el escaparate de los demás como una mena que con el tiempo va generando menos interés en ser adquirida hasta que un día te encuentras formando parte de una rebaja de grandes almacenes. Pero existen otros espejos que son enemigos declarados. De pronto al entrar en un probador te sientes acuchillado por la espalda. Son innumerables los crímenes que los espejos de los probadores han cometido. Algunas personas se han salvado huyendo de allí en calzoncillos, aunque son muchas más las que han perecido con el ego destrozado dentro de esos cubículos de las tiendas de ropa entre lunas que no cesan de dar cuchilladas desde los cuatro ángulos.


(Manuel Vicent: "Espejos", El País, 23 de enero de 2000).
Imagen : Narciso (Caravaggio)

sábado, 20 de febrero de 2010

Nada dos veces


Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.

No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.


Wislawa Szymborska
De "Llamando al Yeti" 1957
Versión de Gerardo Beltrán

miércoles, 17 de febrero de 2010

AGNUS SCYTHICUS


Kircher fue el primero en hablar de esta planta. Antes voy a citar lo que dijo Scaliger para dar a conocer lo que es el agnus scythicus; luego Kempfer y el sabio Hans Sloane nos enseñarán lo que hay que pensar sobre él.

“Nada –dice Julio César Scaliger- es comparable al admirable arbolillo de Escitia. Crece principalmente en el Zaccolham, tan célebre por su antigüedad como por el valor de sus habitantes. Se siembra en esta región un grano parecido al del melón, sólo que un poco menos oblongo. Ese grano produce una planta de unos tres pies de alto llamada cordero, porque se parece exactamente a ese animal en los pies, las orejas y la cabeza; sólo le faltan los cuernos, en lugar de los cuales tiene una guedeja en el pelo. Está cubierta por una piel muy suave, de la que los habitantes fabrican gorros. Se dice que su pulpa se parece a la carne de cangrejo de mar, que sale de ella sangre cuando se le practica una incisión, y que tiene un sabor extremadamente dulce. La raíz de la planta se extiende ampliamente por la tierra; a estos prodigios se añade el que saque su alimento de los arbustos vecinos y que muere cuando ellos perecen o se han arrancado. Nada tiene que ver el azar con este asunto; se le ha causado la muerte todas las veces que se le ha privado del alimento que se extrae de las plantas vecinas. También es maravilloso el hecho de que los lobos sean los únicos animales carniceros que tengan avidez por ella” (No podía ser de otra manera).
A continuación se ve que Scaliger tan sólo ignoraba de esta planta la manera en que se producían los pies y salían del tronco.

Y esa es la historia del agnus scythicus o de la planta maravillosa de Scaliger, de Kircher, de Sigismond Herberstein, de Hayton el Armenio, de Surius, del canciller Bacon (del canciller Bacon, adviértase bien este testimonio), de Fortunius Licetus, de Andrés Libavius, de Eusebio de Nuremberg, de Adán Olearius, de Olaus Vormius y de una infinidad de botánicos.
¿Será posible que después de que tantas gentes autorizadas atestigüen la existencia del cordero de Escitia, después de los detalles de Scaliger, a quien sólo le faltaba saber cómo se formaban los pies, el cordero de Escitia fuera sólo una fábula? ¿Qué habrá de creerse de la historia natural si esto es cierto?

Kempfer, que no era menos versado en historia natural que en medicina, se tomó todas las molestias posibles para hallar ese cordero en Tartaria, sin haber podido conseguirlo. “No se conoce aquí –dice este autor-, ni entre el pueblo llano ni entre los botánicos, ningún zoófito que retoce, y de mis investigaciones sólo he sacado la vergüenza de haber sido demasiado crédulo.” Añade que lo que dio lugar a este cuento en el que se dejó enredar como tantos otros, es el uso que se hace en Tartaria de la piel de ciertos corderos, cuyo nacimiento está previsto, y a cuya madre se mata antes de que lo alumbre a fin de lograr una lana más fina. Con estas pieles de cordero neonato se confeccionan abrigos, vestidos y turbantes. Los viajeros, engañados sobre la naturaleza de estas pieles, bien por la ignorancia del idioma del país, bien por cualquier otra causa, impusieron luego a sus compatriotas este engaño, dándoles la piel de una planta por la piel de un animal.

Hans Sloane dice que el agnus scythicus es una raíz de más de un pie de larga, que tiene tuberosidades de cuyos extremos salen algunos tallos de unas tres o cuatro pulgadas de longitud, bastante parecidos a los del helecho, y que gran parte se sus haces están cubiertos de una pelusa negra amarillenta, tan luminosa como la seda, de un cuarto de pulgada de largo, y que se emplea contra los esputos de sangre. Añade que en Jamaica se encuentran plantas de helecho que se hacen tan grandes como árboles, y que están cubiertas de una especie de pelusa parecida a la que se advierte en nuestras plantas capilares, y que, por lo demás, parece que se haya empleado el arte para darle la figura de un cordero, pues las raíces se parecen al cuero y los tallos a las patas de ese animal.

He aquí , pues, toda la maravilla del cordero de Escitia reducida a nada, o al menos a bien poca cosa, a una raíz pilosa a la que se da más o menos parecido con un cordero cuando se la modela.
Este artículo nos proporcionará reflexiones más útiles contra la superstición y el prejuicio de que la pelusa del cordero de Escitia sirve contra los esputos de sangre. Kircher y ,después de Kircher , Julio César Scaliger escriben una fabula maravillosa, y lo hacen con ese tono de gravedad y de persuasión que nunca deja de imponerse. Son gentes cuyas luces y probidad no son sospechosas; todo trabaja en su favor; se les cree. ¿Y quiénes los creen? Los primeros genios de su época. He aquí de golpe un montón de testimonios más poderosos que los suyos, que los apoyan y que revestirán para los hombres futuros un peso de autoridad al cual no tendrán ni la fuerza ni el valor de oponerse, y el cordero de Escitia pasará por un ser real.

Hay que distinguir los hechos de dos clases: hechos simples y ordinarios y hechos extraordinarios y prodigiosos. Los testimonios de algunas personas instruidas y verídicas bastan para los hechos sencillos; los otros exigen, para el hombre que piensa, autoridades más fuertes. En general, es preciso que las autoridades estén en razón inversa a la verosimilitud de los hechos, es decir, que sean tanto más numerosas y mayores cuando la verosimilitud es menor.
Hay que subdividir los hechos, lo mismo simples que extraordinarios, en transitorios y permanentes. Los transitorios son los que sólo han existido en el instante de su duración; los permanentes son los que existen siempre y sobre los cuales es posible asegurarse en cualquier momento. Es claro que estos últimos son menos difíciles de creer que los primeros, y que la facilidad que cada uno tiene de asegurarse de la verdad o de la falsedad de los testimonios debe hacer circunspectos a los testigos y disponer a los demás hombres a creerlos.

Es preciso distribuir los hechos transitorios en hechos que ocurrieron en un siglo de luces y en hechos que ocurrieron en una época de tinieblas y de ignorancia, y los permanentes en hechos ocurridos en un lugar accesible o en un lugar inaccesible.

Hay que considerar los testimonios en sí mismos y luego compararlos entre sí, considerarlos en sí mismos para ver si no implican niguna contradicción y si provienen de gentes cultivadas e instruidas; compararlos entre sí para descubrir si nos están calcados los unos de los otros, y si esa multitud de autoridades,Kircher, Scaliger, Bacon, Libavius, Licetus, Eusebio, etc., no quedaría reducida a nada o a la autoridad de un solo hombre.

Hay que considerar si los testigos son oculares o no; lo que han arriesgado para hacerse creer; qué temores o qué esperanzas tenían al anunciar a los otros hechos de los que se decían testigos oculares. Si habían expuesto su vida para sostener sus afirmaciones, hay que convenir que adquirirían éstas una gran fuerza. ¿Y qué sería si la hubieran sacrificado y perdido?

Tampoco hay que confundir los hechos que ocurrieron ante los ojos de todo un pueblo con los que tuvieron por espectador a un pequeño número de personas. Los sucesos clandestinos, a poco maravillosos que sean, apenas merecen ser creídos. Los hechos públicos contra los cuales no se haya reclamado en su época, o contra los cuales sólo haya habido reclamaciones por parte de gentes poco numerosas y mal intencionadas o mal instruidas, apenas pueden ser contradichos.

He aquí una parte de los principios según los cuales se concederá o se rechazará la creencia, si no se quiere creer en los sueños y si se ama sinceramente la verdad.




Texto inédito hasta hoy en Internet, extraído del libro:

Diderot-D'Alembert: La enciclopedia (Selección).

Colección Universitaria de Bolsillo Punto Omega.

Cambridge University Press, 1969

Ediciones Guadarrama, S.A. Madrid, 1974

martes, 16 de febrero de 2010

descartes (con minúscula)


Pienso, luego como (una vaca)
Pienso luego (un adolescente)
Pienso, luego espero (Penélope)
Pienso, luego sueño (un utópico)
Pienso, luego trabajo (un filósofo)
Pienso, luego me angustio (un parado)
Pienso, luego sufro (un neurótico)
Pienso, luego me suicido (un depresivo)
Pienso, luego me encarcelan (un rebelde)
Pienso, luego obedezco (un siervo)
Pienso, luego jaque (un ajedrecista)
Pienso, luego me descubro (un hipócrita)
Pienso, luego me adoro (un ególatra)
Pienso, luego me gusto (un narcisista)
Pienso, luego eyaculo (un precoz)
Pienso, luego me divierto (un matemático)
Pienso, luego imagino (un poeta)
Pienso, luego me rebelo (un ácrata)
Pienso, luego resisto (un competidor)
Pienso, luego asusto (un monstruo)
Pienso, luego mato (un psicópata)
Pienso, luego desisto (un perdedor)
Pienso, luego me desvelo (un insomne)
Pienso, luego desvarío (un loco)
Pienso, luego sobrevivo (un pragmático)
Pienso, luego creo (Dios)
Pienso, luego creo (su criatura)
Pienso, luego ensayo (un químico)
Pienso, luego actúo (un actor)
Pienso, luego callo (un mudo)
Pienso, luego insisto (un testarudo)
¿Pienso, luego existo? (Hamlet)
Pienso, luego amo (… )

***

Miguel Cobo Rosa.

domingo, 14 de febrero de 2010

La niebla



El carácter español está sometido al sistema binario, que en matemáticas e informática se representa utilizando únicamente el cero y el uno. El carácter español también se desarrolla internamente como las computadoras con sólo dos niveles de voltaje: el uno para el encendido y el cero para el apagado. Este sistema lo aplican los españoles a la economía, a la política y a la moral. Ésta es la patria genuina del sí y el no, del bien y el mal, del sol y la sombra, del amigo y el enemigo, del cielo y el infierno, un espacio mental sin fisuras. La ciencia y la cultura europeas se han construido sobre la duda metódica, pero en este rabo de Europa sin desollar que es la península ibérica, la duda se interpreta como una falta de coraje. Entre Caín y Abel aquí no se interpone nadie con un poco de flema que los desarme. Algunas tertulias políticas parecen hoy un concurso para ver qué analista es más de derechas, incluso más facha, en una proporción directa entre sus flamantes corbatas y su cerebro obsoleto, lleno todavía de un viejo odio consolidado. Los mismos que ayer ensalzaron a un político o a un juez hasta convertirlos en héroes, mañana los destruirán por el simple placer de sacarle el serrín de las tripas, como hacen los niños con los muñecos. Ahora se trata de saber quién da más leña al presidente del gobierno, quién ahonda con más saña en la desgracia social del paro, quién atiza la frase más audaz, más hiriente, que conduzca a la idea de que este país está en plena ruina, pero estos líderes de opinión y analistas económicos, cuando huelan que ha cambiado el aire, pondrán la fase en el encendido y nos darán la misma tabarra con un optimismo exacerbado. Sobre este país cae ahora la densa niebla de la crisis económica. Todos los analistas opinan, gesticulan, gritan cada uno en dirección contraria, pero parece que ninguno sabe nada ni hace nada para salir de ella, aunque en los restaurantes de lujo estos señores con los carrillos morados hablan de la crisis saludándose con una cigala en la mano después de poner el voltaje a cero para el apagado. De momento cae la niebla sobre el gobierno, la oposición, la economía y el poder judicial. Es la que entumece los huesos y con la que se enmascara el fantasma del fascismo que viene.




Manuel Vicent (EL PAÍS 14/10/2010)

miércoles, 10 de febrero de 2010

Ahora es el mar tu manantial de sueños



Ahora es el mar tu manantial de sueños
La luna llena de tu néctar de amor
El fragor de la fuente entre palmeras
y agua de tres azules
o tres signos de luz
Madura tu voz antes del beso
Eterna adolescente
Saliva
del deshielo a la deriva
Dice palabras siempre necesarias
monedas sonoras de tu boca
tesoro que envuelves con tu risa de brotes tiernos
de alegría.
Amor en toda regla
El regalo frutal de las ángelas de Venus
Nombres de sábanas bordadas en su embozo
Celosas inscripciones en extraños y bellos idiomas
que cubren la vibración secreta de tus senos
El aura granulada de su cima
Mora en sazón
Dulzor antiguo de cerezas de huerta de la infancia
Almohadas que generan en tu pelo
Ondas de cielo
Pálpito de estrellas que anochecen
En tu cintura
que desata los nudos de la sangre enamorada.

Y la arena del mar
tibia en las honduras de Afrodita.



El nacimiento de Venus de Boticelli

domingo, 7 de febrero de 2010

Conjugación irregular



Formas muy personales



Infinitivo: El marl mar

Gerundio: Naufragando

Participio: Ahogado

         ***

 Miguel Cobo Rosa



Imagen: Manifiesto futurista de Marinetti

viernes, 5 de febrero de 2010

La vida en juego




Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.

Donde tengo el amor, toco la herida.

Donde pongo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.

Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.

Al siempre va. Mantengo mi postura.

Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.



Ángel González
(Canta: Pedro Guerra)